Yo conocí al hombre muerto que yace inerte a mi lado,
la redundancia del acto detiene el tiempo y yo lo atraso
para escuchar al finado. Ha fallecido en este banco, al sol
sentado mirándolo, víctima de un paro cardiaco cuando
estábamos conversando. Y su cadáver refriado me trajo
del pasado párrafos de cuando pensábamos hablando, sin
meditar al cadalso, ni a las huestes desoladas del calvario.
la redundancia del acto detiene el tiempo y yo lo atraso
para escuchar al finado. Ha fallecido en este banco, al sol
sentado mirándolo, víctima de un paro cardiaco cuando
estábamos conversando. Y su cadáver refriado me trajo
del pasado párrafos de cuando pensábamos hablando, sin
meditar al cadalso, ni a las huestes desoladas del calvario.
‒ ¡Y me he quedado solo un rato recordándolo!
- Y he volado acompañándolo en su último viaje hacia el
Campo, donde semillas plantamos y recogimos Poemarios.
Campo, donde semillas plantamos y recogimos Poemarios.
‒ Hacia otrora resignado, volví un rato a desterrarnos…
Yo conocí al hombre vivo y hasta le tomé la mano sin
tener que levantarlo, por momentos lo vi a diario cual
buen Fulano paseando vestido como Don Cíclano. Lo vi
de frente y luchando como los bravos soldados contra
frías Hordas de dardos. Y en el desierto agotado sobre un
camello cabalgando lo vi jadeando pelados pies y brazos; y
aquí sentado a mi lado, lo oí decir caminando me forjaron.
tener que levantarlo, por momentos lo vi a diario cual
buen Fulano paseando vestido como Don Cíclano. Lo vi
de frente y luchando como los bravos soldados contra
frías Hordas de dardos. Y en el desierto agotado sobre un
camello cabalgando lo vi jadeando pelados pies y brazos; y
aquí sentado a mi lado, lo oí decir caminando me forjaron.
‒ “La eternidad es un regalo, pero un instante es lo máximo.”
Y así pasamos los años, cada uno por su lado y a cada
rato encontrándonos. Los dos juntos disfrutábamos de
las delicias del sábado, de los domingos de asados, de
las sabanas y harapos que en las penumbras soñábamos,
rasgando el suelo remando para comer sin llenarnos,
deslizándonos por acantilados y acampando en huecos
áridos; y a la febrilidad acercándonos a diario, sin forzarlo.
rato encontrándonos. Los dos juntos disfrutábamos de
las delicias del sábado, de los domingos de asados, de
las sabanas y harapos que en las penumbras soñábamos,
rasgando el suelo remando para comer sin llenarnos,
deslizándonos por acantilados y acampando en huecos
áridos; y a la febrilidad acercándonos a diario, sin forzarlo.
- Y miren como terminamos, el difunto y yo contándolo…
Un día me dijo apurado, no puedo quedarme parado,
necesito andar más rápido, marcha conmigo calado.
necesito andar más rápido, marcha conmigo calado.
‒ ¡Y entre los usos horarios, volvió, giró y le dio exacto!
Yo conocí a este hombre yerto y me impido de cremarlo,
pues me enseñó el pensamiento mostrándome y ejecutando
para convencerme que erramos cuando perdemos los pasos,
ya que nadie es libro, ni santo, pues todos somos humanos. Y
ahora comprendo su estado, ya que él hizo como tantos para
intentar compensarlo. Solo una línea y un tramo me dijo una
vez comenzando; y hoy lo recuerdo ganando lo apostado…
pues me enseñó el pensamiento mostrándome y ejecutando
para convencerme que erramos cuando perdemos los pasos,
ya que nadie es libro, ni santo, pues todos somos humanos. Y
ahora comprendo su estado, ya que él hizo como tantos para
intentar compensarlo. Solo una línea y un tramo me dijo una
vez comenzando; y hoy lo recuerdo ganando lo apostado…
‒ ¡Antes de abdicar de bando e irse al apto!
Yo conocí al ser sereno que he encerrado en estos párrafos;
y de la eternidad lo traigo, a cada instante en que le hablo.
y de la eternidad lo traigo, a cada instante en que le hablo.
- Vaya con voz, que yo seguiré reiterándolo sintomático…
‒ “La eternidad no tiene lapsos, pero un instante es lo máximo.”
- ¡Que en paz descanse este banco, adiós pasado!
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