Dada con deseos frenéticos causados por la astucia de unos
dedos, alzó sus brazos al techo, batió caderas en tempo y abrió
sus piernas al suelo bajando su torso esbelto. Y empujando
movimientos y acariciando sus senos, él la besó y ardió en
nervios. Y cuando juntos sintieron que había llegado el
momento de utilizar sus cerebros, saltaron alto, cayeron, se
dieron cuanto tuvieron y se les iluminó el firmamento entre
misterios. Acalorando gemidos que contra el muro se oyeron,
antes de caerse a besos, blandiendo lenguas y ungüentos.
dedos, alzó sus brazos al techo, batió caderas en tempo y abrió
sus piernas al suelo bajando su torso esbelto. Y empujando
movimientos y acariciando sus senos, él la besó y ardió en
nervios. Y cuando juntos sintieron que había llegado el
momento de utilizar sus cerebros, saltaron alto, cayeron, se
dieron cuanto tuvieron y se les iluminó el firmamento entre
misterios. Acalorando gemidos que contra el muro se oyeron,
antes de caerse a besos, blandiendo lenguas y ungüentos.
Se hablaron claro, se contestaron, se oyeron, se olieron al
mismo tiempo y se abrazaron hirviendo. Se atraparon los
cabellos y se tiraron por ellos consumiéndose en lujurias y
babeos. Y en un sinfín de mareos a orgasmos largos se dieron,
lentos, con señuelos y sin ego. Y cuales hordas salvajes
sedientas de sexo sin frenos, se soltaron fuera y dentro, por
detrás del varadero, cuales bombas, con sus ropas y sobre el
butacón del centro. Y tras un corto silencio la escuché decir me
entrego; y el se sacudió el lechero, vaciándolo sobre su pecho.
mismo tiempo y se abrazaron hirviendo. Se atraparon los
cabellos y se tiraron por ellos consumiéndose en lujurias y
babeos. Y en un sinfín de mareos a orgasmos largos se dieron,
lentos, con señuelos y sin ego. Y cuales hordas salvajes
sedientas de sexo sin frenos, se soltaron fuera y dentro, por
detrás del varadero, cuales bombas, con sus ropas y sobre el
butacón del centro. Y tras un corto silencio la escuché decir me
entrego; y el se sacudió el lechero, vaciándolo sobre su pecho.
- Y a puro dedo y cerebro, entre rayos y aguaceros florecieron.
Y a puro dedo y cerebro los muros estremecieron. Y yo que
estaba durmiendo en un cuarto contiguo al de ellos, me
desperté con el miedo de quien llama a los bomberos cuando
ve su alcoba ardiendo, creyendo estar en el medio de aquella
estampa de versos, pero ciego. Y escuché gritos, lamidos, la
puerta se abrió al pasillo y se cerró el balconcillo con el tirón
que le dieron. El piso se hundió y al unísono se apagaron los
bombillos encendidos tras sus brincos; y cuando arremetí
derecho, me vi erecto y aquejando desconsuelos.
estaba durmiendo en un cuarto contiguo al de ellos, me
desperté con el miedo de quien llama a los bomberos cuando
ve su alcoba ardiendo, creyendo estar en el medio de aquella
estampa de versos, pero ciego. Y escuché gritos, lamidos, la
puerta se abrió al pasillo y se cerró el balconcillo con el tirón
que le dieron. El piso se hundió y al unísono se apagaron los
bombillos encendidos tras sus brincos; y cuando arremetí
derecho, me vi erecto y aquejando desconsuelos.
Y a puro dedo y cerebro me metí hacia el lado de ellos por
el hueco de una aguja en el alero. Y los sorprendí dando
un paseo, ambos volando hacia el séptimo cielo, después
de un alto en el sexto para bailar apretados un bolero
en carne y huesos. Los dos sudados y en nervios pues
la euforia antes del fin vieron cayendo. Y yo escondido
entendiéndolos me fui y vine, di una vuelta y al regreso,
dejé fuera al caballero y a la dama di un mechero,
para que encendida a puerto llegara sobre mi velero.
el hueco de una aguja en el alero. Y los sorprendí dando
un paseo, ambos volando hacia el séptimo cielo, después
de un alto en el sexto para bailar apretados un bolero
en carne y huesos. Los dos sudados y en nervios pues
la euforia antes del fin vieron cayendo. Y yo escondido
entendiéndolos me fui y vine, di una vuelta y al regreso,
dejé fuera al caballero y a la dama di un mechero,
para que encendida a puerto llegara sobre mi velero.
‒ Y a puro dedo y cerebro cambié la estampa y los juegos,
llegué de torero diestro y la alcé en cuernos derretida
consintiéndomelo.
llegué de torero diestro y la alcé en cuernos derretida
consintiéndomelo.
- Y el momento que recuerdo fue más intenso y frenético,
que el que al comienzo leyeron, cuando aún yo estaba
durmiendo.
que el que al comienzo leyeron, cuando aún yo estaba
durmiendo.
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