- Es cierto lo que el otro día escuché decir a un amigo de los designios concisos, que me hablaba mientras admirábamos uno de esos filmes cultos realizados con vocación imperecedera, de esos que uno siempre dice que en las memorias se quedan…
- Me miró, hizo alto en una bella imagen, puso una mano en mi hombro, respiró y añadió con sana ironía:
“‒ Cantero, tratándose de artistas hasta los más grandes pasan de moda cuando sus rostros se arrugan, sus voces rechinan, o sus vidas expiran por la lógica intrínseca de la existencia. Y aunque sus recuerdos persistan por largo tiempo y se les escuché y aclame en ciertas fiestas, que reflejen con glamur sus vagas rimas, solo se hablará de ellos gracias a sus efemérides artísticas distintivas. Ya que cuando en arte hablamos de vela infinita a la llama eterna, solo los Pintores, los Poetas y algunos escritores de novelas excelsas, legan cuales lemas de sus temas, el secreto de la justa y merecida simpatía. Después de sus vidas y de las de todos los que tengan la dicha de vivirla, que revivirán de bocas a orejas sus nombres y firmas.”
‒ Y mientras más años pasen después de sus despedidas, más valdrán sus siempre vivas obras míticas…
- Se calló durante dos segundos, tomo un trago de ron barato, fumó humeando, se estiró y dio en el clavo:
‒Será porque en la nobleza de sus huellas esparcieron maravillas, que legan con colores de leyendas las disyuntivas concisas y las utopías cognoscitivas que las voces y las lenguas nunca avistan, porque estos visualizan la partida antes de describirla. Para no fingir y aprenderla cada día, aunque sin nada, digna.
- Y yo se los cuento, reiterándolo a los escépticos que pensaron que estos morían, cuando se iban…
‒ ¡Un Poeta no se embarga, pues lo abandera la vida y su dicha es describirla, cual óleo redimido en rimas!
El Idílico Existencialista