El vuelo trae nuevos mares que llevan al sur soplando, olor a mate, mitos y cantos, milonga, cumbia y vinos lejanos. La briza suave anuncia que parto a surcar el océano raudo navegando, para atracar en puerto mí aún ávido barco. Y correr al pueblo para visitarlo, atirando cielo su suelo pisando. Y batir la rosa hasta divisar presagios, llegando.
– ¡De Buenos Aires les hablo, pues si no hay frescor, no zarpo…!
Llegaré sin avisarlo cuando se hielen sus prados y los ceibos aunque el año, aún no se haya terminado, resistan mojados al paso de los que gravitamos. Al calor del anonimato que hace que el itinerario sea un buen rato, al sonreír disfrutando lo soñado, sus bellas vistas y sus asados legendarios. Acompañado de labios, que me besarán mostrandomelo.
– Y conversare con cruzados y los cruzaré antes de atravesarlos, a verbo en párrafos…
El viento trae buenos aires, aventuras, ruegos mágicos, bares de tiempos pasados y realidades girando. Soles jadeantes, lunas mimando, vientres en humo y melodias de mayo, calles con flujos y rondas que he extrañado, en estos años. El tiempo atrae viejos lares, de amores ciertos que se quedaron, que no partieron y que esperaron, su día exacto.
― ¡La luz del fuego brota al soplarlo, e igual los cuerpos que gravitamos!
– El viento trae buenos aires y de Buenos Aires les hablo, pues hacía donde no haya frescor, no zarpo; y cruzaré atravesados y pintare mi Parnaso, con letras, cual soberano…
― ¡Los viento de Buenos Aires me están llegando; y como Rafael me llamo, ya oigo tangos!
– Y el tiempo atrae nuevos lares, lejanos…
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