Es quizás un tipo de eso que lleva atado a sus huesos el alma de los seres buenos, de talla como la de cualquier ciudadano parado con las botas puestas midiéndose frente un pino elástico, de peso atletico y complexión de soldado. De raza y cabellos entre los negros y blancos, como ceniza de carbón templado y hasta tal vez de otros sitios donde habiten los humanos sin dudarlo. Y habla alto, sólo cuando no lo están escuchando, los maleducados.
– Ayer nos vimos y al cruzarnos, de frente me pareció salado, de lado un gallo plumado y de espaldas, calculandolo, más bien vi a un hombre cargado con los nervios de un escualo.
Es quizás un tipo de esos con un nombre, como tantos, con apellidos pegados por padres coitando, nueve meses antes de su aniversario, hace ya años y a diario. Con la mirada de un pájaro que divisa mientras va volando todo lo que pasa abajo. Sin cabellos, pelado razo, el rostro quieto y vestido demodado, como los inveterados esos, que no son santos. Un buen muchacho, libre y sin cargos, de los que saben ser claros, aunque no tomen el mando.
Y ayer se detuvo a hablarnos y nos dijo, por si cabizbajos pasan trabajo mirando, alcen la vista que en barco no se esquivan los pescados si se busca el horizonte, navegando para llegar a donde los peces muerden plácidos, la carnada que les vamos tirando. Y cuando le replicaron, por que no mira a sus propios pasos, nos respondió que volando se observa para todos lados, pues no hay señales de tránsito y como ven, ya estamos, en el semaforo.
Un amigo gritó, necio, contigo no hemos hablado. Otro murmuró, dejadlo, mira como está pelado. De las chicas la más fina lo admiró antes de pensarlo, la menos diestra al pisarlo no sintió que lo había tocado, un pasante contemplandolo se dijo y este que raro, pasó un viejo, cruzó un pato, atravesaron entre carros dos tarados y sobre la zebra, galopando, quien les digo que quizás sea un encanto, solo sonrió y al dejarnos, sudamos.
Y él montó en su auto, negro como alas de cuervo solitario y con un espinazo pintado sobre el techo, de esos que no tienen tantos, sobre todo trabajando y ni así hayan heredado. Y dentro de este, manejando, nos divisó en un semaforo y se aparcó a nuestro lado, ronroneando. Si soñaron, intenten igual ser magos para que vean si el vestuario da a largo plazo; y arrancó sin escucharnos dejándonos su humo impregnado y sonriente, gritando.
– No desdeñen a los marineros, ni a los pájaros, mientras en silencio, yo seguí callado caminando, pues a quien caminos anda buscando le sirve haber navegado, usando astros.
– Pues los marineros ven pájaros si la tierra está al cantío de un gallo, pescando escualos.
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