De cuerpo fino, de rostro mágico, de cabellos largos y labios afilados, de pecho erguido y labios románicos. De ayer soleado y hoy lloviznando, los dos besándonos del tiempo aislados, al calor metidos, dentro de un ático. De danza y vino, de lira y cantos, los dos nos vimos, sueltos y atados, pulcros y sucios, secos, mojados y arreando orgasmos, hasta sacárnoslos. Regia de limbo y de jugos magmicos, ella es un símbolo.

– Y de un rojo tan vivo, nadie aún había pintado mis ventrículos, ella es lo máximo…

Le arranqué el hilo y le quité los zapatos, le solté el pelo tirándoselo y con su torso incurvado la monté sobre mis piernas a caballo. Le pedí dedos y se echó en mis brazos, le agité el pecho y rumbo al mar galopamos, los dos sudados a al sol quemarnos. Los nervios ebrios, sonriendo aireados, viendo los barcos navegar mientras nadábamos, contra corrientes abordándolos y en las cuestas delirando, simulando que bailábamos.

– Un pas de deux despegados, juntándonos en el entreacto a contratempo ondulando…

Y me rasgó la espalda haciendo lazos y me suturó acariciándomela atados, me mordió el cuello chupándomelo y hasta libó cabeceando un talismán ahuecado. Gritó te amo, calló rogando y me exigió milagros susurrándome, como patrona a su esclavo. Y al mar volvimos gozándonos, a sobre olas creernos barcos. Y un lago vimos, quietos, calmado, desde la orilla donde anclados nos celábamos, las venas tintas, de un rojo cárnico.

– De negro brío en su blanco abstracto, disparándonos de frente sobre un banco, dados, a la esencia que brota al confrontarnos, pues nos buscamos a diario hasta alejados…

‒ ¡Hasta encontrarnos…!