Restos de aquel verso empírico siempre han quedado pegados en otros textos que he escrito, en los piropos oníricos, en los susurros peregrinos y en los dramas porque vivo, con un poeta de espíritu y un hombre de espíritu vivo. Y somos los tres uno mismo, andamos en el mismo sentido y pensamos como los amigos, que se toleran sin emitir juicios. Como esos pensamientos que sin vocación de ser leídos, ornan mitos en libros.
Y ahora recuerdo el anillo, el olor de lirios liricos divinos, el poniente, el rio crecido, el camino y la cascada que caía sobre profundos delirios. El clamor, el frio, el gatillo y los tortolos rendidos, gorjeando amor por el pico. La sin razón, el olvido y la esperanza de clonarlo en un capitulo, para hacer dedos prolíficos que tentaran por capricho a ser leídos. Como aquel verso empírico, donde inspiro a redimirnos aunque sea dormidos.
– Y los restos de algún beso consentido, perviertan sueños sin hechizo y nos despierten la libido, la cerebralidad del vacío y los deseos de escribirlo, para revivir lo descrito…
‒ Entre líneas que remitan el versillo, desde un tintero fortuito, a la memoria adicto…
– ¡Porque no olvido!
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