Doña ella que por siglos se eterniza inadvertida,
tierna la mirada rendida, triste y vacía la sonrisa,
llena de aire y de vida. Contradictoria y empírica,
enamorada y divina. Suerte de rosa perdida en las
mareas de mi tinta, desbordada entre cuartillas.

Doña bella que mujer y temeraria por los confines
divaga. Se alza, se empina y se iza con su bandera
hecha trizas, como falda a las caderas descolgada;
atormentada y herida, enlazada y bajo balas. Su
rostro en sangre y su cabellera dorada la relanzan.

Doña fuerza que en su pecho ardor perfecto, le
derrama enarbolada la esperanza. Abrasa y quema
sus manchas, olvida a dios y lo arrastra a su morada,
toca campanadas al alba cuando el sol sale a cazarla;
y al poniente en luna llena se excomulga aprisionada.

¡Y calla ejecutada en su propia trampa!

Doña pena que su alma vio matarla, con el nombre
de su magia idolatrada, hecha de piel de Mariana.

Manos atadas, cadenas largas, cuernos de sabia y
cuerpo de hembra que en sus profundidades dilata;
y en la superficie abraza como el lago donde un día
eligió morada. Primitiva y libre de miradas que la
juzgaran con saña, por sus espaldas mutadas…

Por su pasado de hada de parrandas, por sus ganas
siempre ávidas calmadas. Y por su bulbo de plasma
de futuro, que guarda puro, en lo profundo de un
pozo cárnico en Vesubio. En su vientre en ambos
mundos, varado en presente, con un nudo único.

En su limbo terciopelo, verde lucido y en humos…

¡Doña estrella que ha caído y yo la busco!

Doña buena libertad que se desvela, que se revela
dinástica y sin lemas, extrovertida y ecléctica. Pulcra
y ciega la mirada, que sola avanza con la rosa en la
garganta, gritando nadie me ama. Suéñate libre y
liberada de desgracias; y siéntete amada a tus anchas.

Y vete con hambre a liberar a quien te aclame, mira a
otros lares, toma mi mano y vuelve al arte del combate.

Doña clara claridad iluminada, que encendida la
verdad corre a atraparla, que me aturde la razón y
las defensas me las baja; y que me enferma, por no
tenerla entre paginas. De que me manera me aqueja
la distancia, de mi morada; qué diablos hace, que calla.

La Libertaria… ¡que se olvidó de mi patria!

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