De este pueblo.

Me llevaré mis huesos a otros lares, igual mi piel, mis nervios y mis planes, mi contrabajo hecho de madero y sus cuerdas de largos pensamientos. Mi música, mis versos y mis dedos, la enfermiza soledad y el cruel silencio, las fiestas sin tormentos y lo serio. Lo osado, lo aprendido y los misterios. Me llevaré la estampa de lo hecho y lo vivido al sol, al frío, al sereno. Las rimas, los conceptos y los genios, de los viejos recuerdos que aquí dejo.

– Me llevaré mi voz a un Cantón quieto, donde mis cantos se oigan en conciertos, a tiempo.

Me llevaré la pasta y la granada, la pluma con la cual funjo de obrero, las faltas y los puedo, los me entiendo. Los justo, lo concreto y que celebro, con los cuales construiré castillos nuevos. Para explotarlos cuando los vea hechos, e iluminar al fuego con talento, la mágica expresión de mis deseos. Me llevaré las fotos de mi hijo, mis actos sin complejos y mis méritos, me llevaré las manos que me dieron; y solo dejare los malos gestos, soberbios.

Me llevaré mi llantos por destierros, a otro destierro que aún me queda lejos, no se que atraparé entre dos inviernos, pero esta primavera me la pierdo y empataré el verano al año suelto. Me llevaré París a otro hemisferio, con sus puentes, sus ríos y su verbo, a predios donde haya lados bellos, que no tengan que ver nada con estos. Y me iré sin despedirme como he hecho, aquella vez cuando el yugo de perro, me quite, me libere y partí corriendo.

– De mi pueblo y otros pueblos, a otro pueblo, de este pueblo me iré lejos y me llevare mi contrabajo viejo; y las melodía que con él he compuesto, viviendo en ellos, en mis pueblos.

– Me llevaré a mi mismo por senderos, que me alejen del sol al lado opuesto, de este pueblo, a otro pueblo, con mis versos y mis sueños, me iré lejos de este pueblo, que quiero.

― ¡A otro destierro, a tiempo, me iré lejos y me llevaré el recuerdo; y mi contrabajo, lleno!