Todo o nada, poco o mucho, flojo y duro, largo y corto, ligero, pesado y cóncavo, convexo y hasta coherentes y obtusos suelen ser los medios rudos, e invisibles cuales reflejos, que vuelven cuando no se cumplen por decreto. Nada es más verde que un verso, ni más terco que el deseo. La ilusión que repartieron cuando contamos ya ha puesto, los ciclos son como los rezos en cada canto distintos y las estaciones del tiempo, van y vuelven desde lejos pues cada año es el mismo, solo que nos ponemos viejos, añorando lo que repetimos.
– Y cuando nos levantamos torcidos nos sorprenden aguaceros, o las nieves que han caído sobre nuestros huesos, para blanquear nuestras sienes, mientras remendamos desechos…
Yo he conocido misterios que he derrumbado leyendo, he caminado corriendo y he fingido que cojeo. He visitado el Calvario y he perdido hasta el correo, me han llamado hijo, muchacho y hasta sin nombrarme me han dicho, que la valía y el prestigio valen más que el más bonito y más que un rico. Me he escapado sin tornillos y he regresado molido, he festejado el delirio y amado aunque no haya sido lindo, he sonreído al maligno y al bueno lo he llamado amigo y hasta me ha dolido el hemiciclo, pero nunca lo he perdido.
– Pues tengo un cerebro de nicho metido en un cráneo frío, pero fijo y límpido…
– ¡E igual y aunque no lo grito, he visto barbas de mitos, restregandose al olvido!
Hasta aquí llegué un domingo, quise decir, sucesivos, pues partí cortando caminos y al encontrarme uno recto lo estiré hasta el infinito, para caer donde vivo. Vengo de un pueblo de grillos donde con cornetas y pitos le alegran la vida a los niños, salí de allá hace lustros que junto a cielos de lujos, tempestades y diluvios, han hecho huecos profundos en mi memoria de brujo. Guardo recuerdos con pulso y vivencias que conjuro, no conspiro, no atribuyo, no me compran, ni me empujo y voy como los ríos viajeros, surcando rumbos.
– A veces manso y otras en cúmulos… – ¡Probando a músculos, que remo duro…!
– Bebí de un bulbo y a sabiendas llené cubos, viendo al crepusculo, nublar lo oscuro.
No suelo contar en copas la intimidad del vesubio, ni los secretos injustos sacarlos entre trapos puros, si me he quemado con gusto volveré a quemarme, seguro, pero cuando pongo puntos, detrás los ceros son nulos y hace más calor que en julio. Me he producido en gerundio opacando verbos cultos, he orado por los incultos y me he ocultado peludo, le he dicho adiós al tumulto y buen viento al disimulo. Y si le cuentan que intuyo, reconozca que conduzco el mejor camión del mundo; y que ando cargado de chuchos, sin ser mulo.
– Y ya ve usted, cómo me luzco, la he recogido, pues quizás sea la que busco desde el principio; y si le cuentan que aflojo, sepa que con un camión de rollos, se enredan bolos…
– Pues por la carretera llena pasa a diario lo que venga y las marcas de ruedas, quedan; y a mi edad, ya pasados los sesenta, girando vuestra ruleta, la vuelta se da completa, entera.
– ¡Y si le cuentan estrellas, dígase que llegó a la meta, pues todo camión que rueda, frena!
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