La clásica errata.

Marche d'Algiers, Algeria by Ariel Arias

Que veinte años no sean nada y que cinco parezcan la eternidad desechada, en ninguna melodía se baila pues hasta las letras que se cantan, en meses se rallan. Si a la llave se le da dos vueltas para que la puerta se abra y esta permanece cerrada, si es que las mariposas se palpan aleteando por la espalda y los gusanos que se arrastran saltan tapias. Si el no por si riega savia sobre sobre las lenguas acomplejadas y las gargantas anonadadas, se aquilatan.

– Y día tras día, salen las canas y se aclimatan, aunque nuestras cabezas rapadas sigan soñando deseos nuevos y contemplando mañanas, la vida pasa y pone vieja la esperanza…

– ¡Y a veces lánguida, se va de casa, a otras moradas donde más dicha reclaman!

Que veinte años no sean nada, que lastima, que se lo cuenten al alba que hoy amaneció templada, pues quien lo repita la mata. Y como ven aún no estamos viejo, la apariencia aún nos engaña, pues aunque portemos el peso de la juventud echada, aún las sonrisas se lanzan, cuando las alegrías se disparan. Y nuestras ganas, que son tantas, si sienten labios se abrazan y cuando cuentan pasadas, vuelven para reiterarlas y al regresar traen sábanas.

– Y día tras día, las horas calan en la misma encrucijada, sin preguntarnos, si las sombras de la faz de antaño, vendrán aunque no sean pensadas, o si solo las metáforas presagian…

– ¡Y a veces harta, la inspiración se derrama y parte a buscar palabras, a donde callan!

A la fuente de la estima dilatada, a los confines del alma donde se arrugan las manchas y los defectos se rajan. Al escondite del karma donde las fuerzas cansadas siguen luchando paradas para conquistar con magia. Y a veces gana, pues la razón censurada siempre encuentra una ventana para ventilar la caja donde se arropan las lágrimas, entre sus alas, que pluman blancas, como las canas. Cuales reductos de efectos, defecados en la estancia.

– Y si perdieron el tiempo, ahora comprenderán que pasa cuando se cierre esta página; y si oyendome creyeron que de mi les hablaba, sepan no quito la cara, ni pujo a nalgas…

– ¡Y a veces larga, la edad friega la distancia mientra se lava, catando anos, con una paja!

Que veinte años no sean nada, que errata, si hasta los segundos viajan y aún no es mañana. Son más bien la viva estampa de los lugares que pasan mientras nuestro tren, a toda marcha, surca la madrugada, atraviesa el día y hasta que la noche no caiga, no se para. Si cinco son albas, que nunca llegan, aunque soñemos con playas, con sol y arena, vista la clásica espera entre las sabanas viejas que otrora abrigaron penas, durmiendolas.

– Y si entendieron, cuentenme sus palabras, pues cada minuto sin habla domina la fuente incrustada, que intrincada en la garganta, suelta saliva y empapa los adentros del alma…

– ¡Y a veces plácida, reclama, que para que nos queden aún páginas, cerremos las blancas!

― Lista la clásica errata, empujandolas, como a esa lampara, que aunque llueva y frío no haga lo alumbrará mañana, aunque la compre apagada; y con polvo del tiempo, sin caja.