– Llena de abril…

Y todo comenzó allí, bajo la lluvia fresca de una tarde de abril, al cerrarse la puerta del lugar donde fui. Entre las nubes llenas de claro oscuro y gris, de gotas de agua necias que la hacían sonreír, al caer sobre sus cejas y saltar hacia mi. Rozando su cabellera y rodando sin fin, por sus tiernas caderas, erizandola entera; y de pies a cabeza, nerviosa pues la oí.

– Al caer desde las tejas sobre su pecho sin tela; y sentir mojar la acera, romper a gemir…

Y todo comenzó así, de agua las bocas llenas mirándonos vivir, con las nubes acuesta, buscando sin decir. Corriendo en primavera, pegados a la verja, para salir de allí. A volar los cielos, buscando verde intenso y azul para existir. Sin palabras, ni versos, e imaginando los besos, que a dos podrían venir. Pensando a otro universo, eterno, desconocido al fin.

– Mojados cuerpos y almas, sin encontrar morada, cobijados bajo ramas, sin decir si…

Y todo comenzó al fin, con una flauta y un arpa, en aquel jardín, cantándole a la magia del día gris. Escuchando los truenos y encendiendo un candil, tentando un boca a boca, a una lombriz, tirados por el suelo, jugando al me caí. Y cómo moría de frío y temblaba a morir, le eche encima mi abrigo y la cubrí de mi, pero al sentir mi brío, se quiso descubrir.

– Y me abrazó y me dijo, quiero gemir por ti, que me quites el frío y te hagas consentir…

Y todo comenzó a abrir, diestra cual fina hiedra pegada a mi, con su cuerpo desvestido, desnuda sobre el mío, mordiendo añil. Hecha miel sobre la hierba, de aquel jardín, húmedas sus entrepiernas, loca a parir. Y todo comenzó a hervir, salió el sol, calentó el piso y gemir la oí. Otra vez tirada al agua, fértil bajo las nubes blancas, goteando en mi.

– Repentinamente dada; y por la lluvia enamorada, llena de abril…

– ¡Sin decir si, pues comprendí cuando la oí, gemir al fin!

– Infinitamente amada; y con mis brazos abrazada, llena de abril…

– ¡Sin decir si, vuelta un sinfín, toda por mi!

– Llena de abril…