Cayó de una galaxia donde flechas engrasadas se clavan sobre las caras de los viajantes de marras. Donde nunca se hace nada pues la presión se dilata hasta gravitar sin alas por universos de magia, de costumbres algo raras y de palabras extrañas. Se dice ella y se calca, falta el respeto a las majas, a los pasantes sin alma y a los buenos que trabajan; y reivindica sus faltas con verborrea barata, cual karateca parada ante las balas. Y si la tildan de vaga, impresiona con su sabia a quienes tientan con gracia la escapada hacia el mañana.
– Doña Moricia la de la pampa, por así decir para alargarla, antes de empujarla a la cañada.
Y cada noche la vemos salir loca de su jaula, cual leona dispensada por canallas, a morderle cada llaga a las manzanas infectadas, para matarle hasta el karma a quien perdido se distraiga y confunda bañaderas con latón de palanganas. Lleva peluca, huele a borracha y a rastros de madrugada amarga. Y hasta se las da de Hada de las hordas de la bruma, con su estampa ultraoperada y sus maneras minúsculas. E igual por acá la llaman la lechuza proletaria, la falsa cara de casta y la puntilla clavada, al borde de una pizarra.
– Moricia Addams, así me gusta llamarla, pues tiene una mano cruenta que se alarga por su espalda y cae sobre tendederas afiladas, cortandole colas y cabezas, a quienes regaña…
– ¡Y si quieres llorar, llora, es su frase más lograda, homologada por la academia kamikaze..!
– Pero para ser sincero, no es mala, es solo eso, dulce de membrillo de faldas ligado con musarañas, cocido al vapor de codornices mamarrachas, a pico y hacha, solo por fama…
No me complace mirarla y si lo hago no la veo y si la creo me siento en una trampa, en cada historia la encuentro injusta y maleducada, drogada por los complejos y para catar sus fueros pediría que la atraparan para llevármela a la escuela de los quita manchas. Y por si mis palabras los atrapan justifico que un poeta alega sin resentimientos y aboga por la vida sana. Pues cuento historias que el tiempo nunca permitirá borrarlas, ni así se caiga del cielo un meteorito de agua, que irrigue el paso del fuego, atizando liras sin amalgamas.
– La Addams, la gótica ama de casa, troglodita y egocéntrica, encerrada en remembranzas que en mi infancia contemplaba, la ruda payasa, irrespetuosa y osada, injusta, pero cándida…
Argentina no es Cuba, como tampoco Italia es Francia, ni las españolas son polacas, ni yo soy un caza cabras, ni ella es la mayorala de la llamas. He llegado a esta galaxia y me sorprendió su estampa emancipada, de reina del juego de talentos al superlativo sarcástica y mediática. De mujer de éxito, de Diva de marca, de bulbo de suero y de legendaria soldada de la farándula. De zata matriarca de la burla más frustrada, de gatos tuertos y de las rimas sin importancia. Pero tiene, cierto, el monopolio de la desproporcionada balanza.
– Moricia habla y solo ataca, pues cuando dice algo tierno no convence ni a malanga; y para terminar sin enojarla, diré que el pecho no es una prenda sagrada, que brille al alba.
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