Me persigue soledad a donde vaya, por los aires, las tierras y los mares, por la extremidad salina de la calma, por la oscuridad temprana del mañana, por lo mucho; y por la nada…
No se me aclara ni el rumbo, ni la sala, no veo a nadie que me ame aunque renazca, ni aunque cambie, ni aunque imite, ni aunque plazca, se me arrima soledad fea y cansada…
– ¡Y no esperanza, que en miel me escapa…!
Yo no busco la extinción del sol y el agua, no procuro mal, ni tos, ni seco panzas, no conjuro, no reduzco, ni hago plagia, no confundo, ni sumo al dolor mi alma, tributaria…
– Solo embrujo con poción de flor de sabia, las pasiones sin colores y las camas, solitarias.
Me persigue soledad y no esperanza, con su lumbre, sus quejidos y guadaña, por la triste realidad del infiel karma, por la noche que da altura y bajo palmas, por la punta; y la planta. Me persigue soledad con la mirada, nunca dice que me odia, ni me aplasta, pero si me paro corre y me adelanta, para dejarme cual sobre sin su carta, la piedad de cada estampa ya borrada. Con sus llantos, sinrazones y batallas, que terminan, sin ser ganadas.
– Y no se que hacer de mi para botarla, para quitar de mi cuerpo adiós y rabia, varada…
Que me quieren doblegar y en la recarga, solo hay balas. Que por la rampa vacía donde pasan, van dispuestas, a matarla. Para dar felicidad a mis palabras; y entre rosas, a esperanza, darle mi cara. Para dejar a soledad aquí encerrada, con sus ritos que corroen y sus marcas, enterrada; y solitaria. Pues me persigue la ilusión de derrotarla, para hacer de cada rumbo nuevas cartas; y firmarlas. Y enviarlas, a mi amada, que aún duerme placida.
– Me persigue soledad y no esperanza, una mutando, la otra flechada, suelo escucharla pues no se marcha la muy canalla; y pasa ratos en la distancia y allí peleando se cazan.
– ¡Y aquí parado, recalan!
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