Nadie escapa a su destino aunque haya azares, ni a las luces que a las sombra de los males, ruegan distantes, que al aclarar estos se apaguen. Nadie sabe al día siguiente lo que atraen, ni las tierras, ni los aires, ni los mares. Nadie sabe si el azul del rojo sale, ni si el verde aspira al negro un matiz trance, que dé el reflejo, del gris salvaje y del blanco mate. Y nadie sabe si la cruz de los favores que atrape, servirá para que viva soportándose. Nadie sabe si al adiós recordará a alguien, pues nadie sabe retornarse.
– Nadie sabe si al tener juntará partes, de cuerpos que anden jugando a amarse; y nadie sabe si al besar morderá labios con sangre, de un ser que calme, lo que a otros falte…
– Cuando tenga que volver a sus anales, nadie sabe, cuando tenga que volver a darse; y nadie sabe, cuándo tenga que volver darles, cuando tenga que volver a enamorarse…
– Cuando tenga que volver, nadie sabe, lo que pase…
– ¡Y nadie sabe, cuando tenga que volver a enamorarse, de quien lo ame!
– Cuando tenga que volver…
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