Ido al borde del vacío pasaba horas pensando, inventándose una excusa para apagar su cigarro, botando humo mezclado con su aliento ensalivado y haciendo tiras de retratos de un viejo amor no olvidado, encontrado en el bolsillo de su saco. Guiñando ojos y cerrándolos, sonriente esquivando algún sarcasmo y hablándose aunque solo, claro. Mirando al hueco debajo de sus zapatos y preguntándose, a donde caeré si salto.
– ¿A dónde me llevarán mis pasos, hacia el edén, o hacia el calvario…?
– Pues prefería hacerse el muerto antes que el santo, más que el oso antes que el pájaro; y entre lazos lo soltó, abrió sus nervios y al verlo quedó parado, enterrado como gato…
– Y en genios no lo soportó, saltó detrás y cayó al suelo pisoteando aquel cigarro, enojado.
– ¡Cual un amor no olvidado, que nos cercene al pensarlo!
– Y terminó por dejarlo, allí gastado; y por marcharse soplándolo, ya hecho cabo.
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