En aras de ver cumplidos tantos deseos como dichos y tantos como pedidos, tantos como nunca vistos, ni pescados, ni vividos, le extrajo el agua a los ríos y encerró a los peces y al plantón en orificios, separó al hidrógeno del oxígeno hasta extinguir las especies por respirar lo podrido y en ritos embargó lo lindo. Enfrió el suelo, calentó el cielo y endulzó la sal del cauce de los mares, para hacer del sacrificio un acto pírrico.
– Y cuando deshollinó el veneno, de la ilusión que perdió, sacó humo sísmico…
‒ En aras de ver cumplidos sus deseos y designios, de ser maligno y magnifico, sin ser el mismo; y se dio a sí mismo y fue distinguido, como un dios desconocido del Olimpo.
– Adjetivado de enemigo, pero amigo desde el comienzo y luchador con principios…
En aras de una paz armónica sin más ruegos, ni lisonjas, abrió los ojos, cerró la boca y ante el altar de su alcoba dejó caer una copa. Y el vino corrió y tiñó de rojo una esquina de la alfombra, que olió advirtiendo que aún caían gotas, las filtradas, inodoras. Las que las entrañas lloran cuando exhortadas razonan y las rimas emergen insonoras, cuales lágrimas que las desgracias importan, desde confines sin memorias redentoras.
– Y en aras de una vida larga, recordó que del bregar se hacen historias, rudas y sabias; y decidió reagruparlas donde al olvido se cata, aburrido de leer solo páginas amargas.
‒ En estampas que idolatran la metralla, cual hiel del alma…
– Y en aras de una copla y ante una rosa, clamándole mientras brotaba, la volvió prosa, mutando la expresión a lo esperado, de favor, palabras, que alumbren notas de diario.
‒ ¡En aras de verlo realizado, cual mito mágico, en poemario…!
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