De fino estilo delirio y en el idilio perfecto nos
pasamos el domingo. Paris se placía durmiendo
por sus casas y castillos, sin metro, gente, ni perros;
sin pan, sin quesos, ni vinos. Solo nosotros solitos
como digo. Los dos a un ritmo al unísono como la
eternidad del mito, que aunque se atrase vive siglos.
Nada desbordó, todo mezclamos. La ronda sobria,
los besos dados. Hasta Eiffel bordeando el Sena
caminamos, siendo paso a paso pararrayos de este
universo mundano proletario que habitamos. La
urbe desnuda y sin ritos, vacías las calles y clubes,
blancos los limbos y negras las nubes…
¡Los dos, nosotros, los mismos mundos, distintos!
Juntos bajo un mismo signo para nosotros dos
hecho, con flechas, dardos y olivos y un ser
colmado sonriendo: El de la sinrazón del cariño
que hace del corazón un mito místico. Y el de la
razón de lo infinito de los amores verídicos, de
los finales homéricos y de los principios poéticos.
Como las vidas que les cuento en estos versos.
Morbo y glamur en penumbras pues el sol se
había eclipsado. Y con elipsis de nardos nos
dimos baños de ramos, derramados como gotas
de lluvia vertidas sobre labios mágicos. La tarde
de hechizos a un lado lo demás fue fresas y uvas;
y entre humo y tragos, nos encontramos la luna…
Vestida de musa; desnuda, impúdica y claroscura.
La madrugada la pasamos hilando el rio hasta
secarnos. Y nos posamos a amarnos a la luz de un
lucero ingrávido y acalorados. Y nos inundamos en
las aguas de la fuente del encanto, entre pétalos de
nardos y besándonos. Los labios cárnicos, los pies
descalzos; y hasta el pecho iluminados como rayos.
¡Pasó la noche! Se hiso el día y con él nos llegó al
alba el adiós tan despreciado; como un presagio
esperado sin llamarlo. Como la breve realidad de
un sueño rápido que nos pase por el limbo al
despertarnos; y que en las letras de comedias lo
contemos, añorando a un día despiertos realizarlo.
Los dos a un ritmo, al unísono, con la tranquilidad
tras el instante disfrutado; despues de años rogándolo.
Picture by Ariel Arias.
pasamos el domingo. Paris se placía durmiendo
por sus casas y castillos, sin metro, gente, ni perros;
sin pan, sin quesos, ni vinos. Solo nosotros solitos
como digo. Los dos a un ritmo al unísono como la
eternidad del mito, que aunque se atrase vive siglos.
Nada desbordó, todo mezclamos. La ronda sobria,
los besos dados. Hasta Eiffel bordeando el Sena
caminamos, siendo paso a paso pararrayos de este
universo mundano proletario que habitamos. La
urbe desnuda y sin ritos, vacías las calles y clubes,
blancos los limbos y negras las nubes…
¡Los dos, nosotros, los mismos mundos, distintos!
Juntos bajo un mismo signo para nosotros dos
hecho, con flechas, dardos y olivos y un ser
colmado sonriendo: El de la sinrazón del cariño
que hace del corazón un mito místico. Y el de la
razón de lo infinito de los amores verídicos, de
los finales homéricos y de los principios poéticos.
Como las vidas que les cuento en estos versos.
Morbo y glamur en penumbras pues el sol se
había eclipsado. Y con elipsis de nardos nos
dimos baños de ramos, derramados como gotas
de lluvia vertidas sobre labios mágicos. La tarde
de hechizos a un lado lo demás fue fresas y uvas;
y entre humo y tragos, nos encontramos la luna…
Vestida de musa; desnuda, impúdica y claroscura.
La madrugada la pasamos hilando el rio hasta
secarnos. Y nos posamos a amarnos a la luz de un
lucero ingrávido y acalorados. Y nos inundamos en
las aguas de la fuente del encanto, entre pétalos de
nardos y besándonos. Los labios cárnicos, los pies
descalzos; y hasta el pecho iluminados como rayos.
¡Pasó la noche! Se hiso el día y con él nos llegó al
alba el adiós tan despreciado; como un presagio
esperado sin llamarlo. Como la breve realidad de
un sueño rápido que nos pase por el limbo al
despertarnos; y que en las letras de comedias lo
contemos, añorando a un día despiertos realizarlo.
Los dos a un ritmo, al unísono, con la tranquilidad
tras el instante disfrutado; despues de años rogándolo.
Picture by Ariel Arias.
Web du photografe: http://500px.com/ariasphotos