Allá donde el azul se alza sobre cerros y nubes blancas evaporadas por sorbos, que por el cielo se abrazan como si tuvieran alas y al caer renuevan rostros sudorosos. Allá donde en las brizas bailan rumbas y tangos de antojos; y donde a la Luna atrapan acariciándola hondo por sus huecos temblorosos. Allá en las puertas del Polo, al sur cual pájaros locos que al volar se vuelven Loros. Frente al Bosque de los Olmos que dan peras en otoño y lucen engaños prósperos. Y en un Oasis de oro, que otrora fuera precioso; y hoy es polvo…
– Allá, cuales soles amarillos y vistosos, al decir de fieles labios melancólicos, atizando pies descalzos en remojo, al final de cada invierno y calurosos, olorosos florecen los Aromos…
― ¡Y al pueblo inspiran jolgorios; y el vino tinto es más rojo…!
– Desde allá se ve el mañana, que el amanecer derrama, esparciendo el aliento de sus copos.
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