La frente del Corazonazo.

De medio pedazo de algo que ni con cemento pegaron, ni con fuego lograron quemarlo, ni al aire volatilizarlo para desaparecer su rastro, después de años rodando cada vez que fue pateado, de perder trozos de cantos y de amoldar sus quebrantos con lluvias de días rosados, tras la luna sin contrarios y bajo el sol desertando para pulirse el maltrato, quedó el talismán sangrado, que cual suerte de bulbo cárnico dorado, he encontrado caminando.

– E igual al pasado pensando, lo he pateado, antes de socorrer, su empolvado calendario…

Llevándolo atras, de mi mano, perdiéndolo e interrogándolo cada vez que fue encontrado, en un terreno tirado, manoseado, apuñalado y a golpetazos clavado entre laderas y cantos; y hasta a puntos de contacto donde por ser lo frotaron, sin saber que no hacía daño. Me lo llevé a ver el ático de donde partió prestado, nos recordamos fijándonos, cada uno por su lado, yo a la vida con mis llantos; y el en el sentido figurado, pues lo bregado es fantástico.

– Y no reniego muchachos, cierto que de el me he cansado y hasta amputado lo he dado sin esperar nada a cambio, pero me tocó tocarlo y al palparlo mi mano, sintió algo palpitando.

Y aún con la frente sudando, aunque no me haya asustado, confieso que al desahuciarlo ciertos vestigios le mataron. Pero a la astilla que aguanto, la que en mi pecho he colgado, conjugandolos a ambos cual lo justo y necesario, la felicidad le extraigo. Pues tengo un Corazonazo hecho de cascos bien bailados. Y si me pica me rasco, pero lo bueno y lo malo lo separo y lo comparo, me quito el perro si ladro; y me cuido cuando amo, por si caigo.

― ¡De tal recina, tal árbol, se deduce si al talarlo queda un palo, o sin podarle ni un gajo…!

– Pues para saber que sudamos, adviertan que la frente del corazonazo late cuando lo palpamos; y si nos toca marcharnos, la dejamos, para vivir el pasado, aceptando cada año.

– Yo tengo un Corazonazo del Carajo, de allá vengo caminando, la frente alta, en mi mano.