Los golpes de la vida se olvidan cuando llegan las alegrías a agilizar las alergias que nos transitan, para que partan con prisa. Pero las marcas de esta, quedan, cuales elegías elegidas por la dicha, para recordar los tiempos en que a defecto de sonrisas en llanto ahogaban nuestras venas, penando entre las desdichas. Que las proclaman eternas y las encierran para redimirlas en el antro de nuestras melancolías, cual refrán que nos aclara la vía para que no sean repetidas las mismas pifias. La mente es lista cuando no porfía, las listas van desde la raya efímera hasta la suerte infinita y las manadas se alistan, sin mesías.
– ¡La vida es bella, que no se diga, de mentira…!
Pero atención, pues en cada cuadra hay esquinas que desvían hacia lares donde la energía deriva y por demás, no existe alquimia, ni razón, pues no se explica. Pues por cóncava y convexa la vida tiene aristas y cual cactus con flor de piña, con sus espinas nos hinca noche y día, sin piedad, como en las riñas. Hasta que cambiemos de prima al ver que el ciclo termina reflejando la infelicidad, hasta que la perdemos de vista. Y el destino que entendía en silencio, sin disipar la algarabía pero ya sin dudas, ni medias tintas, pone a pruebas la primicia con carcajadas en líneas, que pervertidas, nos consienten la expresión con ironías.
– Volvió la luz a la escena, en sangre hinchaba la lona, su rostro cortado hería, abrió los ojos que rojos forjaron formas ambiguas, se sacudió, sintió rabia y de rodillas, alzó la vista.
– Y al ver que el cuadrilátero frente al destino aún seguía, paró la cuenta, volvió sin ira y al realizar que aún podía, alzó los brazos y golpeó la esquina recuperando energías perdidas.
A tres segundos, imagino, se decía, el árbitro dejó la rima y los aplausos del público estremecían las lamparillas, si he escapado del nocaut y al gon me aguanté a la silla, si sobra uno es quien diga, que ya ganó la partida. Su carne roja le hervía, en trozos por su fiel mandíbula gotas de males corrían. Al campeonato volvía y mientras su coach le advertía que de pies lo vió hecho trizas, todo el cuerpo le dolía pero en su cabeza a la cima, aún encendida, se dirigía. El bofetón del entrenador despertó su adrenalina, serenó latidos y calmó piezas anímicas, hasta admitir que perdía y confirmando, que sabiduría es vida.
– Y cuando no lo esperaban sacó su fuerza dormida, empinándose en su esquina, a vivas…
Volvió a mirar hacia arriba, para divisar la riña desde otros puntos con su nuevo prima y las cosas grandes veía, pero las pequeñas, como a las hormigas, las perdía, pues el mareo aún lo nublaba cual perfidia. Escuchaba gritar su nombre en las gradas estremecidas y pensó al linaje del conde, al sacrificio del monje, a la necedad del Quijote y a los tiempos que corrían, que pasaban, que se esconden. Oyó tres toques, vío un hombre en guantes, pensó a desmanes y al ser más pobre. Y dió a falanges pasos iguales que un año antes, cuando sin pares ganó combates contra contrarios más versátiles, que el que tenía delante.
– Sudó por poros, chocó de frente sus guante y partió hacía donde hacen, para contrarios pañales dando uppercuts, ganchos, mate, esquivó, esgrimió y al virarse, cumplió sus planes.
– Es el más grande, Campeón Coraje y del cuadrilátero el Dios que sabe visualizarme, pues al sentir sus guantes invadiendome, con su cara de Ángel, por tres segundos, bajé mi sable.
– Y el sueño en balde dejé escapar ante sus arranques, pegandome, hasta plegarme…
― ¡El genio hace tocar las claves y enuncia alcances, genialidades, legó al ganarme…!
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