No existen bodas de tiempos, de presentes con pretéritos, ni de futuros recuerdos con porvenires que veremos. No existen cuerdas de vientos que aten brisas a serenos, ni crepúsculos abiertos a madrugadas cayendo sobre tinajones negros, llenos de estrellas sin cielos. No existen rezos que erizen fístulas de firmamentos, ni miedos días enteros, ni mediodía hasta el almuerzo. Y no existen si no queremos, ni espinas puestas para hincar dedos, ni flautas ebrias que encanten pueblos, ni dolores, ni tristezas, ni tiros, ni lamentos.
– ¡Ni existen, ni leeremos como en los versos, rimas de léxicos, que curen nervios!
– Que enciendan sin ser mecheros la flor y nata del cuerpo, e hirviendo mojen floreros goteando néctar de pechos con cera de seres buenos, para ver el poniente amaneciendo…
– ¡Y no existen, si no lo hicieron, amores que se pidan lejos y que se den en el mismo lecho!
– Si existen ganas y aún deseos, hay magia al verlos traer luz del fuego, de sus adentros; y si atizan el correo con pàlabras desmontadas, letra a letra hasta borrarlas, oirán ruegos…
– ¡Pues no existen, si antes de acallarlos no hablamos de ellos, los sentimientos!
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