La Reina de Tierras Nuevas.

Variation - Bénédicte Preux by Eva Moreno BBGC

El tramo entre Viejos Lares de otras Partes y Tierras Nuevas de Antes, es tan salvaje como emocionante. Comienza donde todo cabe en los bajos de un escaparate, al norte donde el frío invade congelando hasta abrigarse y se estrecha antes de ancharse para llegar a los Canales de Aguas Grandes, al sur de Punta Panales, donde hace miel quien trabaje y quien no se chupa un mate, soplándolo para calentarse y haciendo alarde.

Pasa por Lirios Gigantes y por Villarosa de Acre, por Santelmo y Manizales y cuando vemos que cae sin que más nadie nos aguante, sube hasta el Camino de Aguacates que lleva desde donde nada se hace en balde, porque los pasos errantes nos dan hambre, después de un día en pañales y medio cubiertos de panes, hasta la hora del jaque. Un minuto antes del plante y tres después de gestar la madre, para que acabe el disparate.

Y allí, frente a un pico de los Andes, templado a esfuerzos y sangre con una cruz y una espada, ya con la espalda pelada por cargar maletas bárbaras y con el cuero sin masa porque los huesos se rajan por tanto andar sin beber agua, llegamos a Tierras Nuevas, donde el paisaje de montañas y las planicies se hilvanan coloreándolas. Describiendo la leyenda atesorada que estas letras les regalan, rebuscando, ante un candil de palabras.

– Allí, en el Panteón de las Sagas donde se exhiben mejoradas las líneas greco-romanas, con aires de nobleza gala, ornando piedras espartanas, picadas en las sierras gauchas…

– ¡Allí, donde el camino acaba en una casa, se terminan las metáforas…!

Y atónitos ante las miradas esperando a que las puertas se abran, escucharán las serenatas de viejas sombras que vagan. Por sus ventanas saldrán faldas y desde la primera planta, iluminada con sabia, saltarán las hadas magnas que habitan en la morada. Y como que ninguna es casta aunque habiten en la calma, igual verán copas largas y botellas ya vaciadas caer de la segunda planta, donde las locas se embriagan.

Allí llegué una madrugada, después de años buscando la razón que no encontraba recorriendo otras comarcas. Tras los pasos de una dama legendaria que conocí allá en mi patria, cuando aún mis canas largas no eran blancas. En mi juventud mundana, cuando me adueñaba de las playas y cantaba entre cigarras que con hormigas bailaban, con el corazón en la panza. Y me liberé de collares y me quite mi corbata envenenada.

– Y al entrar le di las gracias; y ante su belleza clásica, rendí mi alma enamorada…

Y enseñoreada la dueña me invitó para que pasara, me brindó un vaso de agua y me dijo esta es tu cama, aclimátala. Siéntete como en tu casa pero no me digas nada porque aquí sobran palabras y las que faltan son raras. Yo soy la estrella dorada que en la noche aspira el alba calentándola, tengo las puntas plateadas y de bronce mis entrañas, soy la rueda de la gracia y si me siento tomada, equilibro amaneciendo en una trampa.

– Y le respondí, señora, usted es la Reina de mi alma y yo un viajante de pasada; y al reconocer mis alas quiso volar entusiasmada y la besé para que soñara acariciándolas.

Y allí, en aquel pueblo de marras, no pude atarla y la solté para alegrarla. Y aun amándola acepté que se alejara, con la esperanza de algún día volver a casa, a mi otro mundo, sin más morada. Partida el alma, sin más garganta, torpe, desecho y para coronarla, aun deseando ser feliz como buscaba. Cuando llegué a Tierras Nuevas después de una ruda marcha por el camino hacia el alba, donde cerré mis alas mágicas.

– ¡Para caer en su trampa como una carta, que ni el buzón esperaba, con mis palabras!

– Y hoy recuerdo a mi Reina amada, pues tembló la piedra gaucha y resintió la morada; y partí cual Rey sin causa, aun deseándola, sin pedir nada, solo sus besos que matan…

– Y al decir de remembranzas por no poder conquistarla, dejé mis andanzas y batallas, inclinado ante la luz de su mirada, con la alforja acuesta y la ilusión por encontrarla…

– ¡Aun intacta, sobre su imagen cuarteada, mitificándola!