De la altura mujer, que tú me das, veo el mañana, por las mañanas surco las nubes que pasan, paso las tardes cogiendo sol sobre las palmas, mutando alas y en ropa blanca. Y me creo el ángel que no soy pero que te alza, imaginando que tú eres mi guitarra. Alto gritando bendita mujer que me ama y en cada canto, erigiendo mí divina y larga barba.
– Abriendo al limbo tu universo y colmándote de ganas, con mis palabras…
De las alturas, mujer, en que te veo estás bien alta, enmudecido me quedo y al tocarme me contagias. Me muevo y grande me vuelvo y te doy besos en la cara, a tus caricias me entrego y te someto por la espalda. Y te erizo y luego te pinto tirada de un carrusel, llena nata, te admiro y baño en delirios de los cielos por donde andaba y te doy gracias.
– Colgado de tus cabellos, soplando lámparas claras y apagándolas, con mis palabras…
‒ En las alturas mujer que tú me das, jugando al cielo; y a la vía láctea.
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