Por la rampa donde pasan los instantes, desde que la vida nace hasta que muere y mientras calor, o frío hace, el tiempo, sin sofocarse ni abrigarse, nos deja ver lo que quiere según nuestros intereses. E igual, según la suerte que tengamos para resolver y defenderles. Y en los entornos que salen nos soplan a veces, en los momentos sin pares y en los que algo nos duele o pone alegres, cuando pauta la experiencia ataja ayeres.
– E inflama la voz y a gritos, nostálgicos nos envejece…
Un día menos diría algún héroe, un ciego más un hereje, ambos curtiendo sus pieles bajo la guillotina de nuestra especie, elevando amaneceres, o hundiéndolos cuando no se encienden. Uno enalteciendo a la plebe sin quererle y el otro escupiendo a la gente porque no lo creen y desean que lo quemen. Ambos pidiendo que llegue, el momento de entenderse. Y en los mensajes que lanzan dan sus seres, con argumentos que pesen.
– E inflaman la voz a gritos en lapsos de segundos y en breve, el contexto es diferente.
Pues por la rampa donde pasan los instantes, no existen lentes perennes y a quienes purgan no les conceden ni ribetes, pero quienes los hurgan los divierten haciéndose, dándose sin tez ni sienes. Con la boca en jaque mate, en son de entorno salvaje, entiéndase, beligerante. O salpicados de planes donde el destino los mande en un santiamén, a un reposo delirante y sin combates, a las rondas del amor que no se pare.
– Por la rampa donde pasan los instantes, al recordarles.
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