Mirando desde el escenario no encuentro caras familiares, busco y rebusco y no sale la que busco en el enjambre, la inspiración sin crepúsculo y la elegía a los pares. La que me tocó el asunto y le respondí tú haces, sabes que puedes confiarte y desde entonces, no adjuro, eché mi lira a este balde. Y me paga con alegrías que desempolvo y con sangre herida en panales, con universos nauseabundos y con divinos lugares. Con ternura odio y con albores magistrales, porque no sale ni en oro lo que ella vale en ases.
Y a veces pienso que la pierdo y me convierto hasta en tanque, le doy jaque mate a un naipe y a Robín-Hood un combate, donde en Sherwood gane a darle, lo que le pida su amante. Nublo sobre cañaverales y en una isla distante le regalo un diamante de linaje. Y a veces pienso que la pierdo y paso el día esperándole, pues no sé nada y por ello lluevo con vientos menguantes. Porque la luna de mi cielo partió a volar por los aires, a retocarse allá en martes con el duende de los ángeles, porque pienso que la pierdo y caigo en fases, de antes.
– Pues cuando pienso que te pierdo, como no me das la cara, no me doy cuenta que llegaste…
Y le hablo al sastre y al que cura el cuero de los embates del látex, robo cajas de pañales por si suspiro rezándote, abro el ciclo de lo que no cabe que designa lo que falte y mis planes. Y siento que te pierdo aun buscándote en el antro de los tales, donde te pido retándote desde los lugares donde mi tanque te explotó los canales, dilatándolos al sementarte. Y me quedo ciego remando sin ver lo que tú haces, triste y solo en un silencio alucinante. Y me despierto sin alba y acuesto para en ti soñarme, me abstraigo para no negarme y se le escapa la cama a mi caballero errante.
– Y me roban hasta el alma los anales, ya que cuando pienso que te pierdo, no soy nadie…
Soy una sombra que atrae luz para esfumarse, un claustro de neuronas con ojivas empeñadas en quemarse hasta que se gasten, una llama empañada por la leña tras mojarse, una vela con la cera consumida y ya sin mecha y la vuelta a algún bazar al que no andes. Amor del que te prueba y le prueba a los titanes que tú eres mi arma de guerra, con cañón, con el que voy a exhortarles. Y me dirijo a los clanes y a las hordas del tinto que hierva sobre mi mesa, a cigarrillos, a cabos y al juglar de mis cantares, pues cuando pienso que te pierdo, loco lucho para reconquistarte.
Y miro al teatro lleno y veo tu rostro sobre los cuerpos de quienes a ti recalen, me acerco a quienes relajen y les susurro al oído tus arranques y tus desnudos de traje. Le pregunto a quienes salen si te vieron al hablarles, si fue un revés, si fui amable, o si es aún preciso implorarte que si no me vas a amar, no me ames, pero no me hagas rogarte. Y les reitero si la pierdo, me ahogo en un mar de ejemplos, me deprimo, me impido y me consuelo, admirando las fotos de otros tiempos con tu silueta al espejo. Y las ausencias condenadas al pretérito, me hacen vernos.
‒ Para correr a tu encuentro y darte besos, para gritar que te quiero y realizar que te tengo, pues cuando pienso que te pierdo no comprendo cómo puede el nudo de un lazo eterno, seguir suelto.
Y me concentro, cuento los versos escritos y los remito al cartero de tu pueblo, para en el mío leértelos, a viva voz y sin los tormentos salidos de los malos sueños, e imaginarnos contentos, juntos, sonriendo. Y espero a que recibas de letras mí sobre lleno, a que me contestes diciendo que soy más rudo que necio. Que no debo tener miedos ni celos por falsos señuelos, pues soy tu hombre y te merezco sin criterios. Y que pensar que te pierdo no es más que el opaco reflejo de un pretérito, que no resurgirá de restos, ni separados por predios donde muros hayan puesto.
– Para cerrar mi One man show hablándote ante un parco lleno y con una reverencia ante tus ojos, liberado de cerebro, tu enrolada de voz para incrustarte y encontrarte, donde bien pienso.
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